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lunes, 11 de octubre de 2010

Risperxismo

RISPERXISMO




Lo más probable es que ustedes se estén preguntando cuál es el significado de “Risperxismo”, bien lo primero, es manifestarles que esta expresión es un acrónimo. Acrónimo según la RAE: Es, por un lado, el término formado por la unión de elementos de dos o más palabras: teleñeco, de televisión y muñeco; docudrama, de documental dramático; Mercosur, de Mercado Común del Sur. Por otro lado, también se llama acrónimo a la sigla que se pronuncia como una palabra: OTAN, ovni, sida. Es muy frecuente que estos últimos, tras una primera fase en que aparecen escritos con mayúsculas por su originaria condición de siglas (OVNI, SIDA), acaben por incorporarse al léxico común del idioma y se escriban con letras minúsculas (ovni, sida), salvo, naturalmente, la inicial cuando se trata de nombres que exigen la escritura de esta letra con mayúscula (Unesco, Unicef). Los acrónimos suelen omitir para su formación los artículos, las preposiciones y las conjunciones que aparecen en la denominación completa, salvo si son necesarios para facilitar su pronunciación: ACUDE (por Asociación de Consumidores y Usuarios de España), pyme (por pequeña y mediana empresa).
            Ahora bien, Risperximo es un acrónimo que está formado por la unión de dos  elementos cuyas palabras son RISPERIDONA y EXORCISMO.

            Como ya lo he hecho en otros post, y no está demás insistir en ello, padezco una enfermedad denominada esquizofrenia paranoide, cuyos síntomas principales son desconfianza, celos enfermizos, tristeza, tendencia al suicidio, rechazo y odio a todas las personas y a la sociedad entera, etcétera, lo  que ha significado para mí no poder relacionarme con otras personas ni menos poder entablar una relación de amistad mutua y sincera donde prime la confianza y lealtad, pero lo más preocupante para mí y mi familia, es no poder trabajar. Hace unos pocos meses atrás logré conseguir un trabajo, éste consistía en realizar algunas labores administrativas, como por ejemplo confeccionar facturas, guías de despacho, boletas, en fin, todo con un sistema computacional. Como era de esperar llegué con mucho entusiasmo a mi primer día de trabajo ya que desde hace cuatro años aproximadamente estoy sin actividades laborales. Comenzó todo bien hasta que empezaron a llegar las primeras personas relacionadas con las actividades de de la empresa. Mi primera reacción fue tratar de marginarme de ellas, evitarlas, no dialogar e incluso, en la medida en que podía, hasta esconderme de ellos. Como era de esperarse, ante esta actitud de mi parte, el dueño de la empresa conversó conmigo sobre el tema aclarándome que yo no podía seguir trabajando en su empresa dada mi actitud hostil hacia los clientes. Y como los negocios son “Negocios”, sencillamente me finiquitó. Fue mi sueño por un día.

            Después de haber dejado el tratamiento por varios meses, y ya casi acabado y sin fuerzas, llegué a la consulta de mi médico tratante, el cual es un profesional con mucha empatía. Después de hacer las evaluaciones me prescribió entre otros medicamentos, Risperidona de 3 mg.
            Si bien es cierto, tiene algunos efectos adversos, esta droga ha logrado en gran medida erradicar en un considerable porcentaje  los fantasmas que me acosan constantemente. En otras palabras, ha conseguido sacar de mi mente algunos demonios con bastante efectividad, de ahí el título de este artículo; la Risperidona actuó como un Exorcismo.

Costo -  Beneficio
            En economía el análisis costo – beneficio es utilizado con la finalidad de determinar si un proyecto es rentable. Para esto se comparan los beneficios que tendría el proyecto con los costos del mismo, si los beneficios fuesen mayores que los costos, se ejecuta la empresa, por el contrario, si los costos son mayores que los beneficios la empresa no es viable por lo tanto no se lleva a cabo el proyecto. Considerando esta visión costo – beneficio, intentaré realizar un análisis del uso del medicamento, a saber:

 Beneficios del tratamiento con Risperidona:
Una mejor relación con la sociedad: uno de los fundamentos de la vida de un individuo es interactuar con otras personas lo que redunda en una mejor calidad de vida.
Mejor calidad de vida en mi hogar con mi familia: Constantemente se producen roces dentro del hogar, con la familia y en especial con la pareja. La risperidona ha conseguido ir atenuando crecientemente mis reacciones verbales normalmente agresivas y ha logrado que una discusión se transforme en una conversación donde se exponen diferentes puntos de vista,  y no en  discusiones acaloradas las cuales terminan agrediendo moralmente al otro.
Erradicación de pensamientos negativos. Una de las características importantes de este medicamento es transformar los pensamientos, por lo general pesimistas, en actitudes positivas lo que lleva a una mejor calidad de vida.
En resumen; una vida, desde el punto de vista social y familiar, más llevadera.
He podido realizar algunas actividades recreativas, como por ejemplo volver a interpretar la flauta traversa, cosa que no hacía desde hace muchos años.
Costos:
Dolor estomacal: Dolor que comienza en la noche y, al amanecer, se manifiesta con más intensidad. Para controlarlo tomo algunos medicamentos como antiespasmódicos y omeprazol, dichos medicamentos me los prescribió un médico especialista después de haberme hecho un examen denominado endoscopía el cual arrojó como resultado una úlcera gástrica hemorrágica.
Vómitos: Por las mañanas amanezco con náuseas las cuales terminan provocándome vómitos que ni los medicamentos antes mencionados pueden controlar.
Temblor en las extremidades: En las mañanas mis piernas y mis manos tiemblan con fuerza. Muchas veces no soy capaza de levantar un vaso con agua para beber sin tener que derramar un poco.
Dolor de cabeza: Eso ya es parte de mi, pues no estoy seguro si es el medicamento o el estado de salud en que me encuentro el que me provoca los fuertes dolores de cabeza que muchas veces terminan en vómitos.
Pesadillas: Las pesadillas me hacen despertar sobresaltado a media noche. Muchas veces debo levantarme a tomar un vaso de agua con la finalidad de calmar mi angustia y así poder seguir durmiendo. Estas pesadillas son recurrentes, pero diferentes.
En resumen creo que el beneficio que otorga Risperidona  es mayor que el costo, por lo tanto la empresa es viable y se lleva a cabo el proyecto. Esto dependerá mucho del tiempo que las lleve usando y qué otras reacciones adversas podría traer como consecuencia su uso por un tiempo extenso. 


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Crisis de Salud por Stress Laboral

CRISIS DE SALUD POR STRESS LABORAL


Hacía ya bastante tiempo que el trabajo estaba sobrepasando mis capacidades laborales. Una de las razones era el rechazo que sentía contra todos mis colegas y jefe sin causa justificable, lo que originaba que no pudiera concentrarme en mi trabajo como corresponde a una persona normal, cada día me fui marginando más y más de ellos. Me levantaba temprano y a las seis de la mañana salía desde mi casa y ya estaba tomando el colectivo o el microbús que me llevaba a mi ocupación por lo que a las siete de la mañana ya estaba laborando, mientras, mis colegas comenzaban a llegar a la ocho de la mañana como era lo normal. La razón del porqué llegaba tan prematuramente era, exclusivamente, no tener que entrar saludándolos uno por uno ya que esto era para mí una situación estresante y humillante a la vez. Esta situación hizo que me fuera marginando cada día más del personal que laboraba conmigo en la misma oficina, esta relación casi marginal produjo que cometiera un error administrativo. A raíz de ese desacierto se me notificó que se llevaría a efecto un Sumario Administrativo.


Fue esta situación la que gatilló la crisis, la cual relataré:

Un día de semana, después de haber descubierto el error administrativo que cometí, me convocó mi jefa a su oficina anunciándome que se llevaría a efecto una investigación sumaria, sin antes exponer latamente y en detalle todos los errores que yo estaba , presuntamente, cometiendo, incluyendo la forma como me estaba relacionando con ella y mis colegas. Ya que esa situación estaba llevando a que me aislara totalmente de todo el personal de la oficina. Obviamente traté de persuadirla que no lo hiciera, pues había sido un error involuntario debido al exceso de trabajo que tenía, aún así ella insistió. Después de dar por terminada la conversación con mi jefa me retiré de su oficina en dirección a la cocina (había allí una cocina que utilizaba todo el personal) a buscar un cuchillo, allí encontré uno enorme con características de katana. Mientras lo tomaba con mis manos temblorosas, todo mi cuerpo temblaba, temblores similares a convulsiones epilépticas, percibía que mis piernas flaquearían en cualquier momento y me iría al piso, por mi rostro y mi cuerpo sentía cómo se deslizaban heladas gotas de agua, que en realidad eran producto de la traspiración excesiva que exudaba mi organismo a raíz de la estresante situación por la que estaba pasando y que se traducía en mi mente en un alevoso ataque a mi jefa con esa descomunal arma.


Mientras tanto, en la cocina, cuchillo en mano, analizaba los efectos de tamaña empresa. Todo debe haber transcurrido en unos pocos minutos. Pensé en mi familia, mi esposa e hijos, mis hermanos y hermanas, todo lo analizada desde la siguiente perspectiva: que el hecho de cometer un crimen de esa magnitud significaría un proceso judicial que, lo más probable, era que terminaría con una sentencia de cárcel, cadena perpetua pensaba yo, en ese crítico momento. Percibía yo fuertes dolores de cabeza, náuseas, temblaba entero y continuaba sudando en exceso. La confusión mental que sufría en ese momento era tal que, no sé si lo imaginé o fue real, escuchaba voces en mi cabeza o mejor dicho en mi cerebro, unas me decían: ¡atácala!, ¡mátala! y otra voz que me decía ¡no lo hagas!, ¡piensa en ti!, ¡en tu futuro!, ¡en tu familia!, ¡piensa en la familia de la persona a la cual quieres matar!, ¡en sus hijos!, ¡su esposo!. De pronto las voces eran tan confusas que no atinaba a nada, creo que grité, pero nadie me escuchó, o probablemente no lo hice, no sé, todo era confusión, caos y anarquía en mi cerebro.


Con el fin de controlar un poco mi estado de salud, saqué de mi bolsillo un sobre con Migratán (normalmente me tomo de cuatro a ocho tabletas de migratán diarias) extraje cinco tabletas y me las tomé con agua, acto seguido saqué de mi bolsillo un frasco de un antiespasmódico en gotas, Scopanil creo que se llamaba, lo llevé hacia mi boca y me lo bebí completo, creo que estaba casi lleno o probablemente lleno. Tenía y tengo aún tan destrozadas las paredes de mi estómago que no tengo otra alternativa que ingerir antiespasmódicos cada tres o cuatro horas.


En ese momento mis piernas temblaban, mi cabeza estaba próxima a estallar y con náuseas que me tenían a punto de vomitar. En unos segundos de lucidez, dejé el cuchillo sobre la mesa, salí de la cocina, en el momento en que me encontraba saliendo de mi oficina aún escuchaba voces que me decían ¡mátala!, ¡mátala! Me encontré horas más tardes en una camilla del consultorio, somnoliento, un médico a mi lado preguntándome cómo me sentía.


Últimamente sigo escuchando las mismas voces, es difícil explicar, pero tengo la sensación de que esas voces no vienen desde fuera, desde el exterior, sino que están dentro de mi cerebro o mente. Siento, a veces, que ellas tratan de dominarme por completo, pero yo estoy aquí pendiente de ellas e intentado evitar que no me dominen totalmente. Pareciera que esas voces salen del subconsciente o inconsciente, es como si fueran mi sexto sentido, algo así como una especie de intuición. Estas son las mismas voces que siguen insistiendo en que la ataque nuevamente, pero, aparentemente, ya las tengo dominadas. Eso espero.
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miércoles, 6 de octubre de 2010

Crisis Psicótica







            Hace más o menos una semana, debido a que se me estaban terminando los medicamentos que utilizo para estabilizar y controlar mi esquizofrenia y no tenía los recursos económicos necesarios para comprarlos, comencé a dejarlos. Ya cuando contaba el quinto día sin ellos, a pesar que desde el primer día comencé con los primeros síntomas, éstos se exacerbaron y me fueron provocando la pérdida de todo sentido de la realidad.

           Disculpen, de pronto me cuestiono y pienso, qué sentido tiene escribir sobre estas crisis tan personales, la única explicación racional que explica esta actitud es, quizá, que me sirven como catarsis, máxime cuando corro el riesgo a que la lean mis hijos. La verdad es que me preocupa sobremanera que mis hijos sepan los detalles de mi enfermedad, a pesar de que ellos ya saben bastante, pero no con tanto rigor como lo que escribo en este blog. En fin, sigamos adelante.

           Los primero síntomas fueron insomnios extremos. Normalmente despierto a los 03:00 de la madrugada, aproximadamente, cosa normal, pero desde que la crisis se inició con fuerza, comencé a despertarme cerca de de la una de la madrugada, es decir, duermo un par de horas. Cada vez que esto ocurre, me levanto, enciendo el computador y comienzo a escribir sobre temas relacionados con mi enfermedad, temas que ustedes pueden leer en este blog.

            Recuerdo que cuando niño desde los diez u once años, aproximadamente, me acostaba en mi cama, después de apagar la luz, me cubría completamente, de pies a cabeza, cosa que sigo haciendo hasta el momento, y comenzaba a ver figuras de aspecto pseudo humano cuya expresión eran la de rostros que cambiaban su forma facial de forma macabra, ora payasos que sonreían, ora rostros deformes cuya deformidad mutaba constantemente, etcétera, era como si hubiese estado en el cine viendo una película de terror. Pero yo lo consideraba totalmente normal. Nunca le conté a mi familia. Estas situaciones eran tan normales para mí que incluso se podría decir que lo consideraba como algo natural y que a la mayoría de las personas les sucedía, pensa yo.

            Las crisis comienzan temprano, en la madrugada, a eso de las dos de la mañana, en plena obscuridad,  salgo al patio a fumar mi primer cigarrillo y mientras fumo, escucho un grito de una voz de mujer pronunciando mi nombre. Es un grito fuerte que me provoca temor y estremecimiento. El origen del grito es difícil de explicar, no sé si proviene de mi cerebro, de mi oído o del exterior, es todo confusión. Acompañado de esta situación se me presentan figuras que veo como siluetas que pasan velozmente frente a mí y que a mí se me antojan siluetas de gatos, veía de pronto figuras de hombres, solamente las formas de personas no así el rostro, incluso siento que me tocan la espalda. Cada vez que me sucede esto percibo un estremecimiento y un  miedo indescriptible, todo es caos. Cuando me aqueja una situación de este tipo, no es posible explicar con claridad las situaciones que padecemos. Es como una confusión que me hace perder el sentido entre la realidad y la ficción. Muchas veces me he encontrado, sin darme cuenta previamente, discutiendo con voces acerca de lo que me está sucediendo en ese instante, lo que hago cuando me sucede esta situación es mover la cabeza violentamente como tratando de terminar con diálogo que se produce en mi mente, pero normalmente no ocurre así y sigo escuchando las voces. 

            En este momento son las 4:32 de la madrugada, me levanté a las 1:20 horas, encendí la combustión lenta y aquí estoy tratando de escribir, sentado al computador, pese a sentirme mareado por efecto del clonazepam y la risperidona. Las dosis de los medicamentos son altas, situación por la cual debiera dormir, por lo menos hasta las cinco o seis de la mañana, pero aún así el insomnio se mantiene. Me serví una taza de café para espantar el frío y la inercia. Hace un par de días mi señora se me acercó diciendo - o mejor dicho reclamándome - que yo le habría enrostrado culpándola por la enfermedad que padezco, y que, entre otras cosas, iba a terminar con mi vida, dándole a entender que me suicidaría, que por su culpa estaba yo cada día más enfermo y, finalmente que en vez de ayudarme a superar los síntomas ella más los profundizaba, esto me lo dijo llorando. Sinceramente yo no recordaba haberlo dicho tal cosa, máxime cuando no es mi visión de la situación en que estoy. Le repliqué que yo jamás le habría dicho algo así, sin embargo ella me respondió que no estaba mintiendo y esa era la verdad. Me había olvidado totalmente de ese diálogo con mi esposa, diálogo que había ocurrido ese mismo día. Le consulté a qué hora, aproximadamente había sucedido, me contestó que a las 13:00 horas. Yo en un principio pensaba que probablemente se lo habría dicho sobredormido, o cuando recién estaba despertando, pero no, fue en pleno día y aún así yo no lo recordaba. Debo aclarar que yo confío plenamente en lo que ella me dice pues ella ha sido mi soporte en esta crisis que estoy viviendo.

         En la tarde, cuando ya estaba obscureciendo, salí a caminar, pues ya no soportaba el encierro, creo que fue un error, pues comencé a caminar sin rumbo hasta perderme. Caminé por una calles solitarias, temblando de miedo pues se acrecentaron las visiones y los gritos que eschuchaba. Pasaba desde una vereda a la otra coma huyendo de las personas que se acercaban y pasaban muy cerca, veía cómo sus rostros se mutaban  hasta transformarse en monstruos, monstruos que iban cambiando su expresión constantemente. Seguía caminando y sentía a la zaga que alguien o varias personas se acercaban cada vez más, personas que conversaban en voz baja entre sí y que además, esto era lo más aterrador, emitían grandes carcajadas que me hacían temblar, todo mi cuerpo transpiraba. En un momento de decisión me volteaba para ver quienes y cuántos eran, pero, sorpresa; no había nadie. Supongo que todo esto ocurría en mi mente producto de la patología que estoy viviendo.

      Ya casi al amanecer, y después de haber encontrado el rumbo, llegué a mi hogar. Mis hijos y mi esposa casi no habían dormido producto de la preocupación por mi enfermedad y por la presunta suerte corrida. Me acosté y a las pocas horas desperté nuevamente para continuar con mi pesadilla sin fin. ¿Cómo serán los normales?. 


  






lunes, 4 de octubre de 2010

La mujer



La Mujer

Hoy es un día lluvioso, lluvias torrenciales, fuertes vientos y un frio que cala los huesos. El flujo constante de agua tapa las alcantarillas, lo que produce inundaciones. Para mí estos días son especiales pues disfruto observando caer torrencialmente el aguacero y cómo éste golpea los cristales de las ventanas. El ruido que producen las latas del techo al golpear con fuerza la lluvia me produce un regocijo que no tiene parangón. Siempre he deseado que todos los días fuesen así. Pero la razón más profunda del placer que siento es, que producto de este mal tiempo, no veo a ningún ser humano caminando por las calles, esta situación me tranquiliza, excepto, una que otra persona luchando por no mojarse, saltando pozas de agua o a veces cayendo en ellas, autos averiados producto de que se les ha mojado el motor por la profundidad de las posas de agua.

Hoy desperté sobresaltado, son las 2:31 hrs de la madrugada. Regularmente despierto de ese modo. Es como si un hipnotizador me hubiese dormido con sus poderes sobrenaturales y de pronto con un chasquido de sus dedos me despertase abruptamente y al tratar de levantarme, desorientado, tratando de entender la realidad, llegase a la convicción de que es un día más de la pesadilla que estoy viviendo. Me levanto con una sensación de odio contra todo el mundo, incluso contra mi familia. Hoy día no tengo deseos de ver ni conversar con nadie. Todas las personas me parecen desagradables, feas, repugnantes. Detesto su forma de caminar, de hablar, de mirar, de reír, pero, precisamente, esa risa es la que más aborrezco, me da la sensación de que se están riendo de mí, de mi aspecto, y más las odio. Hay momentos en que quisiera atacar y aniquilar todo lo que encuentro a mi paso; personas, autos, oficinas, letreros, devastar todo, pulverizarlo. No sé qué podría lograr con esa actitud, quizá desahogarme de la furia y resentimiento que llevo dentro y que me corroe. A veces me imagino viviendo solo, en una pieza pequeña sin ventanas, sin luz y terminar encerrado el resto de mi vida como un ermitaño, sin ver ni escuchar a nadie, sin tener necesidades físicas ni materiales, viviendo casi como un asceta. Es un proyecto que tengo desde hace muchos años, el cual veo como mi única salvación, y no pierdo la esperanza de llevarlo a cabo. También, y hablando del mismo tema, y como una alternativa a lo anterior, deseo a veces estar en una cárcel, en una celda, solo, sin relacionarme con el resto de los presidiarios. Tal vez como esperando la ejecución de la sentencia y preparándome para llegar al cadalso que ponga fin a mi existencia y por fin poder vivir. Solamente relacionarme con los guardias a los cuales vería solamente en el momento que me traen la comida. Pero ese proyecto lo veo poco probable pues la única manera de llegar a esa situación es haber cometido un delito grave. No creo que yo sea capaz de atacar a alguna persona y hacerle daño o provocarle la muerte a alguien, por el momento. Me veo también, a futuro, tirado en una esquina bajo un techo, o bajo un puente, a la intemperie totalmente alcoholizado.

Me encierro en el dormitorio, cierro las cortinas e intento dormir, persiste esa sensación de odio y rabia contra todo el mundo. Me cubro completamente con la ropa de cama. Intento centrar mi mente en un tema en qué pensar, pero no lo logro. Por mi mente transcurren un flujo de pensamientos e ideas confusas, pasajes de mi niñez, momentos tristes, mis estudios, mi familia, mis hijos, mi futuro. Pero todas son imágenes truncadas, como cuando hacemos zapping en la televisión, por ejemplo. Como si estuviese en un laberinto intentado encontrar una salida y cada vez que creo haberla encontrado, más se esfuma, y vuelvo nuevamente desde cero a intentarlo como si fuese un ciclo interminable, un buclé.


Me ha sucedido en varias oportunidades que, estando en completo silencio, de madrugada, creo que ya les dije que padezco de insomnio, escucho un grito que pronuncia mi nombre; “! JKeikopura!”. Me dirijo hacia los dormitorios con el propósito de averiguar si alguien de mi familia me ha llamado pero, después de observar los cuartos de mis hijos y el dormitorio matrimonial me percato de que están todos durmiendo. El grito no solamente lo escucho cuando estoy en mi casa, sino que también, a veces, cuando voy solo caminando por la calle. Me es difícil explicar cómo percibo esta llamada, no sé si es real, o si solamente es en mi oído, en mi mente o sencillamente, es mi imaginación, que probablemente es lo mismo que decir que lo escucho en mi mente.

Esta llamada es una voz de mujer; pero no es mi esposa; mi hija o algún familiar. De hecho advierto, extrañamente en mi mente, la imagen de la persona que me llama constantemente y es siempre la misma. Una mujer de aproximadamente unos treinta y dos años, de tez blanca, alta, de una estatura aproximada de un metro y setenta centímetros, su cuerpo es bastante voluminoso, pero no obesa. Me ha sucedido muchas veces (cuando he tenido que salir a realizar algún trámite solo) que, yendo por una calle solitaria siento unos pasos que se aproximan a mis espaldas. Sigo caminando pero en ciertos momentos tengo la sensación de que esos pasos son cada vez más rápidos. Me volteo para observar quien viene, es ella, la misma del grito, la misma que acabo de describir, o eso creo. Continúo caminando, nuevamente siento que se acerca, con rapidez, experimento la terrorífica sensación de que en cualquier momento recibiré una puñalada en mi espalda. En ese momento percibo un fuerte temblor en mis brazos y en mis piernas, comienzo a sentir un fuerte dolor de cabeza. Ya más preocupado miro hacia atrás con miedo para mirarla directamente a la cara, pero no está, no hay nadie a mis espaldas. Observo a mi alrededor, pero no la veo. Pienso que pudo haber entrado en alguna casa, o probablemente estará detrás de una esquina. Desapareció misteriosamente.

No puedo negar que esta situación me tiene intranquilo, máxime cuando me está ocurriendo con más frecuencia. El mismo grito, la misma mujer, siento (por sus pasos rápidos) que se acerca, cuando ya siento el ataque, el cual siempre se me ocurre que es con un puñal, miro hacia atrás y no está. Es una situación tan real, que me tiene preocupado.


El Alcohólico






Caminaba distraído por una calle de mi ciudad. Al pasar frente a una antigua casa, vi a un hombre sentado en el pórtico. Tenía un aspecto demacrado, vestido como un zarrapastroso, con una barba larga, por su aspecto calculé que tendría unos 33 años de edad. Usaba, para cubrirse, unos trapos viejos. Hacía frio y el hombre temblaba.

Cuando pasaba frente a él me gritó:

- ! AMIGO ¡


Lo observé con un poco de temor, debido a que tenía un aspecto amenazante y agresivo.

- ¿QUÉ DESEA? , le respondí.

- TENGO MUCHA SED, ¿PODRÍA USTED, POR FAVOR, CONSEGUIRME UN VASO DE VINO?

- ¿CÓMO DICE?, dije

- QUE TENGO MUCHA SED Y NECESITO URGENTE UN VASO DE VINO YA QUE NO HE BEBIDO DESDE ANOCHE, contestó.

En ese momento sentí una profunda indignación, más que nada, por lo descarada de su petición.

- SI USTED ME PIDIESE UN PAN, GUSTOSO SE LO TRAERÍA, PERO YO NO CONTRIBUIRÉ A QUE USTED SE SIGA EMBORRACHANDO, PUES CON ESA ACTITUD, NO SOLAMENTE SE HACE DAÑO USTED, SINO QUE TAMBIÉN PERJUDICA A TODA LA SOCIEDAD, respondí.

- SEÑOR POR FAVOR, SE LO RUEGO, TRÁIGAME UN VASO DE VINO, QUE NO SOPORTO LA SED, respondió.

- SI REALMENTE TIENE TANTA SED, PUES ENTONCES TÓMESE UN VASO DE AGUA, le respondí.

- ES QUE NO PUEDO HACER ESO SEÑOR, contestó.

- ¿POR QUÉ NO?, le pregunté.

- PORQUE SOY ENFERMO SEÑOR.

¿Y CUÁL ES SU ENFERMEDAD?, le pregunté en forma irónica.

- ALCOHOLISMO SEÑOR. respondió.

- PUES BIEN, LE CONSEGUIRÉ LO QUE PIDE, contesté.

- Le conseguí el vaso de vino, se lo pasé, me lo recibió, lo levantó con sus manos temblorosas y se lo bebió de un sorbo.

Cuando me marchaba, se despidió diciendo.

- MUCHAS GRACIAS SEÑOR, QUE DIOS LO BENDIGA.

Me volví un instante, y le pregunté:

- ¿CUÁL ES SU NOMBRE?

Su rostro se transformó, mostrando una pureza y transparencia como agua pura y clara de manantial, como una transfiguración, y con una hermosa sonrisa contestó:


JESÚS DE NAZARET.





Realidades Paralelas



REALIDADES PARALELAS ESQUIZOFRENIA PARANOIDE

Despierto abruptamente a las 4:00 de la madrugada, aquejado por una cefalea intensa, las fuertes punzadas que siento en mi cerebro, son como si un perverso torturador, regocijado por su macabro trabajo, me estuviese insertando gigantescas agujas con punta roma, para provocar aún mayor dolor, lo que me hace percibir la sensación que mi cabeza fuese a estallar en cualquier momento.
¿Porqué te levantas tan temprano?, pregunta mi esposa.
No tengo deseos de responder a la pregunta.
Desciendo desde la cama matrimonial me dirijo a la cocina, busco, con mis manos temblando, en un mueble donde están los medicamentos. Los encuentro, extraigo tres tabletas, las cuales ingiero con bastante agua. Espero pacientemente que la jaqueca decline.
Camino hacia la ventana, abro la cortina, observo la calle, está obscura. En ese momento puedo advertir que mis manos son como las patas de un animal salvaje, casi redondas, con pezuñas, podrían ser las de un toro o, tal vez, las de un caballo. En otras oportunidades he palpado como si fuesen las de un ave de rapiña, grandes, cubiertas de bellos, cuatro dedos y garras en vez de uñas. Siento un estremecimiento al pensar que me estoy transformando en un animal, o, más que un animal, en una bestia, o tal vez, y esto es lo que más me angustia, ¿terminaré convertido en un segundo Leviatán capaz de lanzar ácido por su boca provocando quemaduras en sus víctimas, o en el terrible Minotauro encerrado en un laberinto, en una Hidra escondido en su guarida en el lago de Lerna en el Golfo de la Argólida o, tal vez, en un Basilisco que, con su potente veneno marchita las plantas? ¿Será, tal vez, una metamorfosis que, cuan Gregorio Samsa, se va transformando en un insecto gigante que lo lleva a encerrarse en su habitación, bajo llave, temiendo que descubran su espantosa transformación física?. O, sencillamente, es una falsa creación de mi mente originada por quizá qué cambios químicos producidos al azar por la naturaleza?. Temblando, levanto mis manos lentamente, muy lentamente como si fuese una ceremonia religiosa en la cual se implora a Dios su infinita piedad, o, como si fuese un ritual de alguna lejana tribu pidiendo a sus dioses que los proteja de alguna peste maligna. Al tenerlas frente a mis ojos, todo mi cuerpo se serena, mis músculos se relajan, una gran alegría invade mi espíritu, pues me doy cuenta que mis manos son normales o aparentemente normales.

¿Cómo poder revertir este estado mental, estado que, en reiteradas ocasiones, me lleva a no poder distinguir la realidad de la ficción? ¿Me acompañará toda la vida?, o, definitivamente, mi mente será superior a mi sentido común y terminaré, definitivamente, transformado en un monstruo? Ya son las 5:25 de la madrugada y la jaqueca no cede, todo lo contrario, se intensifica. Probablemente, producto de los medicamentes, o de la cefalea, comienzo a sentir náuseas que, en definitiva, me provocan vómitos. Tambaleándome, entro raudamente al baño. Al vomitar, veo y siento que lo que ha salido de mi boca es solamente un líquido ácido con un sabor amargo (lo más probable es que sea el medicamento), me mojo la cara y salgo, mis manos y piernas tiritan tan fuerte que casi no las puedo controlar. Experimento un mareo como si hubiese sido producido por la resaca que se siente después de haber rasnochado y bebido y comido en exceso.
Mi esposa se levanta, advertida por mis quejidos de dolor, ¿necesitas ayuda? pregunta, no, todo está bien, respondo.

Pienso en mi juventud, en mi niñez, una niñez triste, con miedo, miedo que me acompaña hasta el día de hoy. Pero miedo a qué?. A todo; a la calle, a las personas, los perros, los ruidos. Ruidos de los automóviles, conversaciones de las personas que caminan por la calle y que yo las percibo como gritos que producen daño en mis oídos y me hacen temblar.
De niño tengo recuerdos tristes, siempre sentado a la puerta de mi hogar observando cómo otros niños juegan alegremente al fútbol en la plazuela que está frente a mi casa. En ciertos momentos sentía un deseo intenso de cruzar la calle e integrarme al grupo y jugar con ellos. Pero mi timidez, mi temor, mi miedo, mi angustia, me lo impedían. Y así transcurría mi vida (si a eso se le puede llamar vida).

Son las 8:15. Debo ir al supermercado a comprar algunos alimentos para el desayuno. Salgo de mi morada caminando con el rostro inclinado, mirando hacia abajo, como tratando de encontrar algún objeto extraviado. Percibo temor, pero más que nada, lo que más siento es vergüenza. Advierto que todos en la calle me observan, con aversión, quizá. Al pasar cerca de dos personas que vienen en sentido contrario escucho que algo comentan en voz baja, como para que yo no escuche lo que ellos hablan (probablemente se estén burlando de mi aspecto físico). Pareciera que han descubierto mi deformidad física, mi cuerpo anormal, asimétrico, mis manos con la forma de alguna bestia salvaje. Intento pasar inadvertido cuando me acerco a la pareja de personas. Al pasar cerca de ellos tiembla mi cuerpo entero, siento deseos de hundirme en el pavimento y desaparecer para siempre.

Entro al supermercado sin mirar a nadie, como tratando de pasar desapercibido. Recorro los diferentes pasillos que muestran sus mercaderías apiladas ordenadamente y procedo a realizar las compras. De vez en cuando observo disimuladamente el panorama, pero bajo inmediatamente la vista pues me doy cuenta que todos me observan. Tiemblo.

Ya, una vez obtenido todo lo que necesitaba, viene la tarea más difícil, pasar por caja y cancelar. Allí espero en una corta fila (habían dos o tres personas que me antecedían), A medida que me acerco a la caja comienzo a temblar, tirita todo mi cuerpo y en especial mis piernas y manos. Advierto en mi pecho un fuerte latido (aparentemente son los latidos de mi corazón). La palpitación que padezco es tan fuerte que me preocupa que los escuchen las personas que están en mi alrededor. Experimento la sensación que todos están observándome, más me estremezco. La cajera pasa las mercaderías por su máquina registradora. Son 3500 pesos, me dice. Extraigo el dinero de mi bolsillo y al pasárselo mis manos se vuelven incontrolables producto del temblor. Lo único que deseo en ese momento es recibir mi vuelto, tomar mis cosas y largarme. Cuando comienzo a caminar hacia la salida del supermercado advierto que todos me observan; los funcionarios del supermercado como también los clientes. Incluso sin mirar hacia atrás tengo la sensación de que todos me observan con extrañeza y a la vez con lástima o tal vez con asco.
Por fin ya fuera del supermercado me siento más recuperado, pero me viene un fuerte dolor de cabeza, al llegar a mi casa tomo una tableta, clonazepam, me recuesto en la cama y duermo.

El Examen Psicotécnico




El examen psicotécnico

          Hace ya bastante tiempo comencé los trámites para rendir examen con el fin de obtener mi Licencia de Conducir clase “B”. Primeramente, rendí el examen teórico el cual fue un mero trámite, pues me había estudiado la Ley de Tránsito y manejaba bien los conceptos como por ejemplo; a cuánta distancia de un grifo contra incendio se puede estacionar el vehículo, señalizar antes de doblar en una esquina, significado del signo Pare, los semáforos, las indicaciones de un policía que regula el paso en una esquina, etcétera , así es que sin problemas lo aprobé. Posteriormente en el examen práctico, que consistió en conducir mi vehículo por el sector céntrico de la ciudad, tampoco tuve problemas pues ya tenía una aceptable experiencia en conducción, respeté todas las señales de tránsito, es más advertía una sensación de satisfacción al ver que la persona que me evaluaba - la cual iba sentada a mi lado, en el asiento del copiloto - daba su aprobación tácita, de lo cual yo me percataba al observar de soslayo su rostro mientras conducía, también lo aprobé satisfactoriamente, en consecuencia me correspondía ahora el temible, para mí, examen psicotécnico.

          Fui citado, todavía lo recuerdo como si hubiese sido ayer, a las 16:00 horas en el Departamento de Tránsito de la municipalidad. Llegué media hora antes, pasé a la oficina principal, donde ya se encontraban bastantes personas, eso me incomodaba, esperando entrar a rendir dicho examen. Cada cierto tiempo llamaban a viva voz a los interesados, quienes pasaban a la sala, que estaba en el subterráneo, a rendir la prueba psicotécnica, bajaban la escalera tranquilos, relajados, como expectantes al tener la posibilidad de vivir una nueva experiencia en sus vidas. Después de rendir su examen, la mayoría salía con un rostro de satisfacción al haber aprobado la prueba. Mientras otras salían felices probablemente debido a que, para ellos, era una experiencia nueva (como lo sería también para mí) y no habían tenido ningún problema en rendirlo con éxito. Escuché comentarios, mientras esperaba que llegara mi turno, tales como: “qué fácil estuvo el examen”, “me gustó, lo haría nuevamente”, “muy entretenido”, etc. Con cada llamado que realizaba el administrativo, iba aumento en mí la adrenalina, hasta que llegó la hora de la verdad.

          De pronto escuché el nombre más temido para mí y mis emociones: !SEIKEN KEIKOPURA!, yo, era mi nombre, era como si me encontrara en el Coliseo Romano y hubiese sido apuntado por el dedo neroniano, lo que en definitiva significaba entrar al ruedo con unas galerías abarrotadas de personas sedientas de carmesí, y esperar que levantaran las rejas de las jaulas con lo cual liberaban a los leones hambrientos, quienes me devorarían sin piedad.

          Me levanté del asiento y comencé a caminar hacia la sala donde se realizaban las pruebas sensométricas. No sé si caminaba, volaba, o flotaba, pero sí sé que avanzaba en la dirección correcta. Por lo que recuerdo hoy día, probablemente bajé unas escaleras, no sé cómo, entré a una gran sala donde habían más personas esperando su turno, en ese momento lo que vi fue una sala grande, con asientos, personas, y las temibles máquinas amenazantes, que para mí se me aparecían como verdaderos monstruos de acero sonriendo siniestramente como diciendo “vas a fracasar”. Tembló mi cuerpo completo.

          El hombre que me evaluaría tenía un aspecto desagradable, severo y demostraba además un gran desinterés, casi un desprecio, por mi persona. Primeramente me hizo tomar asiento frente a una máquina que consistía en un platillo que giraba sobre una base fija, ambas metálicas, las cuales tenían un orificio. El examen consistía en acertar con una especie de puntero, el cual llevaba un sensor en el extremo inferior, al orificio del platillo superior giratorio y al orificio de la base en el momento en que ambos coincidían. Producto de la tensión mi sistema nervioso comenzó a alterarse, aumentó la adrenalina y comenzaron las jaquecas y temblores en mis extremidades. Cada vez que realizaba los intentos sonaba una alarma, era un pitito que indicaba que había fallado. A raíz de estos intentos fallidos, creo que acerté en uno, mi organismo comenzaba a mostrar indicios de desorganización, lo que en Teoría de Sistemas se conoce como entropía. Fracasado este examen, pasé a la etapa siguiente.

          La siguiente etapa, en general, era de características similares a la anterior. Consistía en avanzar por un laberinto (no me agrada esta palabra, pues en un laberinto sin salida se ha convertido mi mente) con una especie de tijera grande, similares a las tijeras de cortar pasto, que tenía la característica de ser flexible y un sensor en un extremo que era el que debía hacer avanzar por las líneas demarcadas de dicho laberinto. Demás está decir que, producto de la tensión, la cual iba en aumento, se escuchaban pitos que la alarma emitía prácticamente en forma constante. Ahí fue cuando comencé a escuchar las primeras risas. En definitiva, esta etapa del examen fue un completo fracaso.

          La tercera y última parte del examen, que yo consideraba la más fácil y entretenida se transformó en una de las peores pesadillas que jamás haya vivido. Consistía en un asiento, dos pedales; acelerador y freno y frente a mí, a la altura de mi rostro, una especie de caja que solamente tenía una pequeña ampolleta. En el fondo era como estar en un vehículo pero sin volante ni pedal de embrague.

          Comenzó el examen o, más bien dicho, mi calvario, la prueba consistía en mantener mi pie en el acelerador permanentemente y cuando prendiera la luz roja de la cajita que tenía frente a mí, sacar mi pie del acelerador y presionar el pedal de freno rápidamente y volver al pedal antes mencionado. Por alguna razón, quizá con intención, el pedal del acelerador estaba suelto, es decir, la cubierta metálica del pedal no estaba firme. Debido a que mis piernas temblaban el ruido metálico del pedal del acelerador se escuchaba en toda la sala.

          Quizá con la finalidad de presionarme, el examinador me gritaba que me calmara. Fue en ese momento que comencé a escuchar risas más fuertes que ya se me antojaban carcajadas. Las risas que yo percibía las oía a mis espaldas, eran las carcajadas irónicas de un hombre que estaba, probablemente, esperando su turno junto a otras personas, sentado en una butaca. El examen continuaba y el examinador ya me gritaba ¡qué le pasa!, ¡Usted es alcohólico! Mientras tanto seguía encendiéndose la luz roja que estaba frente a mi rostro y yo tratando de pisar el pedal del freno, mi pie en el acelerador seguía temblando, el pedal continuaba sonando como si fuesen castañuelas, las carcajadas del hombre las escuchaba con más fuerza en mis oídos, el examinador que me gritaba algunas frases que para mí eran ininteligibles en ese momento, frases como; !apúrese!, !está mal!, !es alcohólico!, "está fracasando en su examen!, en la confusión seguía escuchando las risas del hombre, sentía mareos, ruidos en mi cerebro, náuseas y punzadas en mi cabeza.

          Ya en el clímax de la confusión me volteé con la finalidad de gritarle una grosería al hombre de las carcajadas o, por lo menos, decirle que se callara, o, por último, ver quién era el que se reía. Y ocurrió lo impensable, no había ningún hombre, no existían las sillas y butacas que yo aseguraba que allí había, no habían personas esperando ser atendidas- las personas que esperaban el examen estaban arriba, es decir en el primer piso - absolutamente nada. Ni siquiera la pared era como yo la imaginaba. Sólo era una sala pequeña, donde estaban las máquinas para el examen, el examinador y yo.

          Creo que lo último que me dijo el examinador era que tenía que volver a presentarme al examen con un certificado médico que acreditara, entre otras cosas, que yo no era alcohólico. Qué humillado me sentía en ese momento, no sólo por haber fracasado en el examen, sino que también porque debía acreditar que no era alcohólico, siendo que jamás lo he sido.

          Salí del subterráneo, subí las escaleras, no sé cómo pero la subí. Pasé con la cabeza inclinada entre las personas que estaban en la sala de espera, sentí que todos me observaban, hasta risas en voz baja escuché, en el momento en que pasaba delante de las personas que esperaban, percibía con verguenza y, a la vez, ira que se reían de mí al haber escuchado el ruido del acelerador y los gritos del encargado de examinarme, al fin pude salir de la oficina y llegar a la calle. Subí a un taxi colectivo pues mi casa está bastante lejos del centro, pero cuando ya había avanzado unas cinco cuadras mi estómago se descompuso totalmente producto de los nervios y la jaqueca. Me bajé del colectivo rápidamente, con náuseas, entré a un callejón estrecho y vomité, vomité y vomité, era solamente un líquido ácido. Sentí que se me doblaban las piernas y ahí caí, sobre mi vómito. No sé cuánto tiempo después desperté con unos puntapiés que me daba un hombre joven quien iba acompañado por su pareja. Con sus pies el hombre me volteó hacia arriba, como si estuviera tratando de ver el rostro de un perro muerto tirado en la calle. Creo que comentaron que yo estaba borracho o algo así. Me dejaron ahí y se marcharon de la mano prosiguiendo con su romance.

          No sé cómo - me parece que caminé interminables cuadras tambaleándome por las calles - pero llegué a mi casa, estaba mi esposa quien me manifestó que venía pálido y que tomara asiento, preparó una infusión de manzanilla, me preguntó qué me había sucedido, pero no le contesté. Siempre me guardo los problemas pues temo que ella los pueda usar en mi contra cuando acurran los desencuentros entre ambos.

Mi Vida Privada


Mi vida privada




Antes de sentarme a la mesa, ya sea a desayunar, almorzar o en la cena, observo cuidadosamente cómo mi esposa prepara los alimentos. Esto se había hecho una costumbre hasta que ella se percató de mi suspicacia. En cierta ocasión observé, se podría decir, descaradamente todo el procedimiento de preparación del almuerzo. Pienso que ella ya  había percibido esta situación desde hace mucho tiempo, creo yo, porque fue en ese momento en que se desahogó. Me preguntó, o mejor dicho, me gritó cuál era la causa de mi obsesiva desconfianza. Yo, como siempre, guardé silencio, esta situación más la altera. Siempre me sucede que cuando tengo algún altercado con alguien, guardo silencio, no insisto en seguir el juego ya que generalmente soy yo el que pierde la partida, en otras palabras, “me las trago”. ¿Crees que te quiero envenenar?, ¿acaso piensas que yo sería capaz de hacer algo así?, yo, como siempre, imperturbable, no contesté.
Cuando se calmaron un poco los ánimos, y después de haber almorzado, me preguntó más tranquila por qué yo tenía esa actitud con ella. Le respondí que no me había percatado de esa actitud. En ese momento me manifestó que yo estaba enfermo, que era un perseguido, un paranoico. Si bien es cierto, yo había escuchado el término paranoico, siempre lo he asociado a perseguido, pero realmente no me he ocupado en buscar una definición seria y científica.
Si bien es cierto, yo desconfío de ella, tengo mis razones, pero no porque tenga una actitud de desconfianza, sino por las situaciones que se han dado entre nosotros, por ende no creo que yo sea un paranoico. Una de las razones es que constantemente mi esposa me sugiere que yo debiera internarme en un hospital psiquiátrico, porque según ella, yo estoy enfermo. Desde luego que yo reconozco que padezco una enfermedad, pero no me internaría por “ser perseguido”, eso no lo aceptaré jamás. Tengo claro que lo que más le afecta a mi esposa es el hecho de que yo esté en casa, sin trabajar, siempre entre cuatro paredes sin atreverme a lo más mínimo, que es salir a realizar una compra menor. De hecho me ocurre constantemente que cuando ya están todos sentados a la mesa (me refiero a mis tres hijos y a mi esposa), y me avisan que debo almorzar, me cuesta salir de mi dormitorio, la razón superficial es que prefiero estar solo, generalmente leyendo o escuchando música, pero la razón más de fondo es que me avergüenza sentarme junto a ellos. El origen de esa vergüenza no la puedo explicar ni yo tampoco me la explico, pero me sucede generalmente cuando estoy viviendo una crisis, crisis que son casi crónicas.
La causa más profunda de esta situación es el aburrimiento, pero cuando hablo de aburrimiento no lo asocio a la expresión “lateo”. Si averiguamos más a fondo el significado de aburrir, nos encontramos con el sentido etimológico de la palabra y descubrimos que viene del latín “ab – horrere” que viene a significar en nuestro idioma “horror al vacío”. Desde esa perspectiva podemos encontrar algunas de las causas del malestar que me aqueja y es sentir que voy cayendo constantemente al vacío, vacío que no tiene fondo, lo que hace más angustiante mi vida, como dicen los científicos en “caída libre”. Es cierto que en determinadas ocasiones he tenido momentos gratos, pero si continuamos con la analogía del vacío, es como si en mi constante descender me alcanzara a asir de una rama, probablemente no tan firme y producto de su debilidad y mi peso, esa rama se quiebra y continúa el descenso sin fin. A veces en el camino de descenso me voy encontrando con muchas ramas, unas fuertes pero también otras débiles, pero definitivamente todas ceden en algún momento y continúa mi descenso infinito, que quizá será hasta el día de mi muerte.
Creo que mi esposa jamás ha entendido mi enfermedad, de ahí sus reacciones un poco tercas, pero yo la comprendo, pues tengo claro que ni yo mismo entiendo la situación que me aqueja.

El Mapuche




El Mapuche
(Mapu: tierra Che: Gente; Gente de la Tierra)
Chile



Elección del Toqui Caupolicán

("La Araucana", Alonso de Ercilla, 07 agosto 1533-29 noviembre 1594, España)


Con un desdén y muestra confiada
asiendo del troncón duro y ñudoso,
como si fuera vara delicada
se le pone en el hombro poderoso.
La gente enmudeció maravillada
de ver el fuerte cuerpo tan nervoso,
la color a Lincoya se le muda,
poniendo en su vitoria mucha duda.


El bárbaro sagaz de espacio andaba
y a todo priesa entraba el claro día;
el sol las largas sombras acortaba
mas él nunca descrece en su porfía.
Al ocaso la luz se retiraba
ni por esto flaqueza en él había;
las estrellas se muestran claramente,
y no muestra cansancio aquel valiente.



                Yo soy mapuche sí, ese que estaban pensando ustedes. Ese mismo, el mapuche hediondo, feo, asqueroso, inmundo, ladrón, flojo, borracho, ebrio, cobarde y otros adjetivos y apelativos que se utilizan comúnmente en Chile en los hogares de gente “de bien”, en los Twitter, Chats, Blogs, etc., para referirse a nuestra raza.
               
                Yo soy ese mapuche hediondo, asqueroso e inmundo que jamás se ducha o se baña, que generalmente cuando camina por las calles deja una estela de hedor repugnante que escandaliza a los chilenos limpios, bien aseados y perfumados y que provoca tanta aversión.

                Yo soy ese mapuche flojo de cabello hirsuto, barba rala que camina por las calles con la cabeza inclinada por temor a que alguien descubra su ascendencia y su aspecto contrahecho y su inmundo origen. Ese mapuche que, teniendo tantas hectáreas de terreno, no es capaz se sembrar unas cuantas papas (patatas) y que cuando las siembra se las pagan a “precio de huevo” o con un par de maravedíes con lo cual no alcanza siquiera para cancelar las semillas que se utilizaron para la siembra.  

                Yo soy ese mapuche ebrio y borracho que, en cuanto obtiene un poco de dinero, producto de su trabajo o robos, lo invierte en bacanales con abundantes licores y vinos baratos bebiéndoselos hasta quedar extasiado y sin valerse por sí mismo como si hubiese sido tocado por Dionisio o Baco, hijo de Zeus y Sémele. Ese mismo mapuche que, incluso, llega al extremo de olvidarse de su familia, esposa e hijos a quienes, producto del estado en que quedó, deja abandonados y hace que terminan muriendo de hambre producto de mi irresponsabilidad.

                Yo soy ese mapuche ladrón que con el solo hecho de entrar a un supermercado o a un Mall  hace que todas las cámaras de video y televigilancia  se centren en él desde que pone el pie en el establecimiento, hasta que sale de él sin antes ser revisado minuciosamente por los guardias de seguridad, todos caucásicos, para corroborar si entre sus ropas lleva algún botín como un chocolate de 150 pesos (0,25 euros o 0,35 dólares aproximadamente).

                Yo soy ese mapuche cobarde que en el año 1535 de nuestra era recibió a los españoles que pisaban por primera vez nuestra tierra (Chile) quienes habían zarpado desde el Cuzco (Perú), para después de haber cruzado la terrible cordillera, llegaban al valle de Copiapó liderados por el conquistador español Diego de Almagro acompañado de quinientos guerreros, más unos 10.000 indios yanaconas a quienes utilizaban para transportar armas, ropas y alimentos (muchos de ellos desertaron de la empresa o murieron cansados y extenuados en el transcurso del camino, antes de llegar a Chile).  Ese mapuche cobarde soy yo, quien en cuanto los vio aparecer en tierra chilena no actuó como lo hicieron nuestros ancestros en el resto de de los territorios de América quienes, al verlos, consideraron que eran dioses que venían de otra dimensión y que el hombre y el caballo eran un solo ser, una especie de centauro, a quienes debían adorar. Y sí que lo hicieron, pues los españoles sacaban de sus equipajes toda clase de objetos sin valor, como cascabeles o espejos y se los entregaban a los indianos a cambio de cadenas o figuras de oro que llevaban como atuendo, siendo uno de los primeros engaños que se producían por parte de los españoles hacia la gente de nuestro pueblo.

                 Ese mapuche soy yo, quien al verlos por vez primera, sin preguntarle quienes eran ni de dónde venían, los atacó sin piedad con macanas, boleadoras, hondas y flechas quemándoles sus casas de adobe recién construidas y dando muerte a la gran mayoría de sus soldados, lo que produjo una fuga masiva a su lugar de origen. Ese mapuche cobarde que, después de triunfar en cada batalla y una vez haber enfrentado a los españoles, se preguntaba en sus reuniones de dónde venían éstos, pues la idea era atacarlos y destruirlos en su lugar de origen sin saber que venían de un lejano país llamado España, uno de los países de Europa .


               Ese mapuche soy yo, si, yo soy el valeroso e inteligente Michimalonko, el arrojado Aillafilu, el destacado líder militar Lautaro, el heroico Galvarino, el Caudillo Caupolicán, el sabio cacique Colocolo, la valerosa lider mapuche Janequeo, el artífice de la batalla de Curalaba Pelantaro, el cacique mapuche Anganamon, el héroe del combate de Las Cangrejeras Lientur, el tenaz combatiente Aillacuriche, el gran héroe Kilapan, el cacique de dos corazones Kalfukura, el noble indígena Epulef, el "indiecito santo" Namunkura, quienes lucharon hasta entregar su vida defendiendo, pobremente armados, pero con gran valentía, a su pueblo, de los invasores españoles durante tres siglos.

¡Ese mapuche soy yo!

   ¡Witrange anay! Wünkey com pu che ñi duam


El Secreto

Il maistro







EL SECRETO

Hoy les quiero contar un secreto,
No lo quiero ver publicado,
Decir que soy, para el resto,
Un discapacitado.


Hoy les quiero contar un secreto
Contarlo de forma tal,
Para que todos lo entiendan,
Sufro una enfermedad mental.



Hoy les quiero contar un secreto,
Y esto sí que me apremia,
Mi enfermedad mental se llama
Esquizofrenia.

Hoy les quiero contar un secreto,
Me hallo tan cansado y desesperado,
Que he decidido sacarlo,
Pues me encuentro desamparado.

Hoy les quiero contar un secreto,
Y viendo que por mi enfermedad hay tanto interés,
Les digo que va acompañada
De tristeza, depresión y stress.

Hoy les quiero contar un secreto,
Y lo que palpo en mi interior,
Es que las miradas del resto
Me hacen sentir inferior.

Hoy les quiero contar un secreto,
Y no lo digo sonriendo,
Pues lo que más me preocupa
Es sentir que me estoy muriendo.

Hoy les quiero contar un secreto,
Lo experimenté, caminando en el huerto,
Y es que casi toda la sociedad
Ya me considera muerto.

Hoy les quiero contar un secreto,
Como un imperativo superior,
Pues yo sé que en su interior
Ustedes se están riendo.

Hoy les quiero contar un secreto,
Pero como es tan grande la maldad,
De toda la sociedad,
Lo he pensado muy bien,
Y he llegado a la conclusión
De que la única solución
Es guardarlo en mi interior,
Y mejor no se los cuento..