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lunes, 11 de octubre de 2010

Crisis de Salud por Stress Laboral

CRISIS DE SALUD POR STRESS LABORAL


Hacía ya bastante tiempo que el trabajo estaba sobrepasando mis capacidades laborales. Una de las razones era el rechazo que sentía contra todos mis colegas y jefe sin causa justificable, lo que originaba que no pudiera concentrarme en mi trabajo como corresponde a una persona normal, cada día me fui marginando más y más de ellos. Me levantaba temprano y a las seis de la mañana salía desde mi casa y ya estaba tomando el colectivo o el microbús que me llevaba a mi ocupación por lo que a las siete de la mañana ya estaba laborando, mientras, mis colegas comenzaban a llegar a la ocho de la mañana como era lo normal. La razón del porqué llegaba tan prematuramente era, exclusivamente, no tener que entrar saludándolos uno por uno ya que esto era para mí una situación estresante y humillante a la vez. Esta situación hizo que me fuera marginando cada día más del personal que laboraba conmigo en la misma oficina, esta relación casi marginal produjo que cometiera un error administrativo. A raíz de ese desacierto se me notificó que se llevaría a efecto un Sumario Administrativo.


Fue esta situación la que gatilló la crisis, la cual relataré:

Un día de semana, después de haber descubierto el error administrativo que cometí, me convocó mi jefa a su oficina anunciándome que se llevaría a efecto una investigación sumaria, sin antes exponer latamente y en detalle todos los errores que yo estaba , presuntamente, cometiendo, incluyendo la forma como me estaba relacionando con ella y mis colegas. Ya que esa situación estaba llevando a que me aislara totalmente de todo el personal de la oficina. Obviamente traté de persuadirla que no lo hiciera, pues había sido un error involuntario debido al exceso de trabajo que tenía, aún así ella insistió. Después de dar por terminada la conversación con mi jefa me retiré de su oficina en dirección a la cocina (había allí una cocina que utilizaba todo el personal) a buscar un cuchillo, allí encontré uno enorme con características de katana. Mientras lo tomaba con mis manos temblorosas, todo mi cuerpo temblaba, temblores similares a convulsiones epilépticas, percibía que mis piernas flaquearían en cualquier momento y me iría al piso, por mi rostro y mi cuerpo sentía cómo se deslizaban heladas gotas de agua, que en realidad eran producto de la traspiración excesiva que exudaba mi organismo a raíz de la estresante situación por la que estaba pasando y que se traducía en mi mente en un alevoso ataque a mi jefa con esa descomunal arma.


Mientras tanto, en la cocina, cuchillo en mano, analizaba los efectos de tamaña empresa. Todo debe haber transcurrido en unos pocos minutos. Pensé en mi familia, mi esposa e hijos, mis hermanos y hermanas, todo lo analizada desde la siguiente perspectiva: que el hecho de cometer un crimen de esa magnitud significaría un proceso judicial que, lo más probable, era que terminaría con una sentencia de cárcel, cadena perpetua pensaba yo, en ese crítico momento. Percibía yo fuertes dolores de cabeza, náuseas, temblaba entero y continuaba sudando en exceso. La confusión mental que sufría en ese momento era tal que, no sé si lo imaginé o fue real, escuchaba voces en mi cabeza o mejor dicho en mi cerebro, unas me decían: ¡atácala!, ¡mátala! y otra voz que me decía ¡no lo hagas!, ¡piensa en ti!, ¡en tu futuro!, ¡en tu familia!, ¡piensa en la familia de la persona a la cual quieres matar!, ¡en sus hijos!, ¡su esposo!. De pronto las voces eran tan confusas que no atinaba a nada, creo que grité, pero nadie me escuchó, o probablemente no lo hice, no sé, todo era confusión, caos y anarquía en mi cerebro.


Con el fin de controlar un poco mi estado de salud, saqué de mi bolsillo un sobre con Migratán (normalmente me tomo de cuatro a ocho tabletas de migratán diarias) extraje cinco tabletas y me las tomé con agua, acto seguido saqué de mi bolsillo un frasco de un antiespasmódico en gotas, Scopanil creo que se llamaba, lo llevé hacia mi boca y me lo bebí completo, creo que estaba casi lleno o probablemente lleno. Tenía y tengo aún tan destrozadas las paredes de mi estómago que no tengo otra alternativa que ingerir antiespasmódicos cada tres o cuatro horas.


En ese momento mis piernas temblaban, mi cabeza estaba próxima a estallar y con náuseas que me tenían a punto de vomitar. En unos segundos de lucidez, dejé el cuchillo sobre la mesa, salí de la cocina, en el momento en que me encontraba saliendo de mi oficina aún escuchaba voces que me decían ¡mátala!, ¡mátala! Me encontré horas más tardes en una camilla del consultorio, somnoliento, un médico a mi lado preguntándome cómo me sentía.


Últimamente sigo escuchando las mismas voces, es difícil explicar, pero tengo la sensación de que esas voces no vienen desde fuera, desde el exterior, sino que están dentro de mi cerebro o mente. Siento, a veces, que ellas tratan de dominarme por completo, pero yo estoy aquí pendiente de ellas e intentado evitar que no me dominen totalmente. Pareciera que esas voces salen del subconsciente o inconsciente, es como si fueran mi sexto sentido, algo así como una especie de intuición. Estas son las mismas voces que siguen insistiendo en que la ataque nuevamente, pero, aparentemente, ya las tengo dominadas. Eso espero.
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